¿Imagina poder construir en casa un soporte para la cámara de fotos o unas zapatas para la bicicleta? Gracias a las impresoras en 3D estas necesidades del día a día se podrán solventar con un simple programa de ordenador y una máquina que imprima en tres dimensiones. «Como toda nueva tecnología, la impresión en 3D genera cierta miopía pero necesita tiempo», asegura Jon Bengoetxea, gerente y fundador de Tumaker, empresa guipuzcoana que fabrica en Oiar-tzun una máquina de estas características, pionera en Euskadi.
La impresión en 3D es una revolución anunciada que cada vez es más versátil y que se alía con la imaginación en tiempos de crisis. «En EE UU se considera una tecnología estratégica, la ven como una oportunidad para crear puestos de trabajo y deslocalizar menos las empresas, porque aunque esta tecnología no sustituye a la fabricación en serie, su fuerte es la capacidad que tiene para poder personalizar los objetos. Una característica en valor», matiza.
Lo cierto es que la impresión digital en 3D está llamada a cambiar nuestra vida. Nació como una solución barata para hacer prototipos y maquetas de plástico inyectado, pero la autonomía que aporta y los diferentes campos donde se puede aplicar hace que pueda revolucionar nuestro mundo. «Todavía queda recorrido para que todos tengamos una impresora de estas características en casa, pero ya existen ‘early adopters’, innovadores que son los que prueban y empujan el desarrollo de esta técnica», subraya Bengoetxea.
Pero si nuestro día a día puede cambiar, estas impresoras están revolucionando ámbitos como la sanidad y la educación. En EE UU ya se han impreso órganos vivos hechos a partir de células y se han implantado prótesis personalizadas en humanos. La semana pasada, ‘The New England Journal of Medicine’ informó sobre una operación donde habían podido salvar la vida a un bebé de tres meses gracias a una tráquea de plástico realizada con una impresora tridimensional. En Gipuzkoa, Tumaker ha firmado un convenio de colaboración con el instituto biomédico de Bilbao para «trabajar en las posibilidades que se abren en la fabricación de prótesis a medida», apunta Bengoetxea. «Los avances en este campo suponen un tremendo ahorro de costes ya que al insertar un polímero biodegradable, el cuerpo lo asimila, y no hace falta volver a operar para retirarlo. Además de ser más preciso, ya que no hay que utilizar moldes».
La educación es otro de los campos en los que Tumaker tiene puesto el foco de acción. «Estamos trabajando con varios centros educativos del territorio que ya disponen de la impresora. Los chavales hoy en día aprenden a diseñar pero se quedan muchas veces en el programa de ordenador, con esta herramienta dan un paso más, ya que son capaces de crear lo que han imaginado. Visten por completo lo que han ideado y se motivan e implican muchísimo en el proyecto. Es una herramienta que potencia su creatividad», señala el gerente y fundador de Tumaker.
«La frontera de la piratería»
Diseñar, fabricar, colaborar y reciclar. Estas son las premisas con las que se mueve la empresa. Por ello, la impresora es solo una parte del proceso. «Queremos crear un ecosistema completo y para lograrlo hay que ser sostenibles. Estamos trabajando con la UPV para desarrollar prototipos de reciclaje. Ya tenemos la herramienta para fabricar y ahora queremos desarrollar otro aparato que nos permita reciclar los productos que creamos».
Estos avances van acompañados de una mayor autonomía para el individuo pero esta libertad de acción de las personas está levantando voces críticas. En EE UU ya se han producido las primeras tensiones al obligar a retirar de la red los planos para fabricar una pistola con esta tecnología, estas instrucciones fueron descargadas más de 100.000 veces. ¿Hay que establecer límites a la fabricación personal? «Seguramente con la impresión en 3D estamos ante la nueva frontera de la piratería. Va a ser un tema complicado de regular y legislar, pero este mensaje alarmista ya lo hemos escuchado antes con otros avances, al fin y al cabo es tecnología y la podemos usar para bien o para mal. No me gustaría que la gente hiciera armas con nuestra impresora pero no está en mi mano», asevera Bengoetxea.
La verdadera revolución de las impresoras tridimensionales está en las cosas que se pueden imprimir y también en la facilidad de su acceso. «Las máquinas no son el fin sino el medio para lograr crear algo», recuerda el emprendedor guipuzcoano. El precio de la impresora que se fabrica en Oiartzun ronda los 1.500-1.800 euros.
«Lo que hace diferente a Tumaker Voladora del resto de impresoras que hay en el mercado es la capacidad de personalizarla». Una variante de la máquina puede llegar a imprimir con dos cabezales, es decir, con dos colores y materiales diferentes. «Esto la hace altamente competitiva en su sector por las prestaciones que ofrece y el precio que tiene». Desde la empresa de Oiar-tzun se encargan de explicar el manejo que, según indica Bengoetxea, no requiere ninguna habilidad especial. «Crear una impresora de estas características sí precisa de conocimientos complejos de dinámica y hardware, entre otros, pero su uso es sencillo y suministramos una formación para que se pueda usar desde el primer día». Con la herramienta al alcance de la mano solo queda soñar el futuro.
Fuente Diario Vasco
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